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Era se una vez, yo también usaba uniforme. Detestable, incomodo y que frió en invierno. Los chicos contentos, las chicas algunas felices al utilizarlo como su arma de seducción, otras horrorizadas por mostrar sus piernas, y aquellas que odiaban usar siempre lo mismo.
Me acuerdo que al principio no lo quería, lo aborrecía. Pero con el tiempo esa marca de identidad y de defender mi colegio a muerte se transformó en una herramienta de gran comodidad. NO TENÍA QUE PENSAR QUE PONERME. Solo ocuparme de lavarlo durante el finde para que este limpió, perfumado y planchado para el lunes. Solo una preocupación y nada más.
Pero no fue esta la única metamorfosis de mi uniforme. Si era mi uniforme y el de mi escuela, el que compartía con mis compañeros y junto a los que nos sentíamos parte de una institución, pero no cualquiera, sino, a la que pertenecí, de la cual forme parte durante 12 años.
Esto se convirtió en parte de una doble competencia. Por un lado, aunque no todos formábamos parte de ello, una lucha por quien lucia mejor con él. Quien era mas lindo o la mas llamativa. Aquellas que lo usaban con los correspondientes 4 dedos arriba de la rodilla, otras que los duplicaban o más. Ellos, sin corbata y con la camisa afuera, y los que eran la burla de usarlo impecablemente alineado.
Por el otro, frente a el otro uniforme. Frente al otro, no alumno de otra escuela, frente al otro que cargaba de esa otra identidad.
Me acuerdo de las miles de piñas repartidas por mis compañeros, también las que ellos recibían, cuando se cruzaban con el otro uniforme y la fuerza que lo cargaba.
También, no es para olvidarse, se trata de la marca de una determinada escuela. Esta institución y no otra. Por una parte pura publicidad, quien diría, también, puro marketing. Pero esta publicidad dependía en parte de cómo eran quienes lo utilizaban. Como nos comportábamos quienes lo llevábamos puesto era la imagen que este colegio representaba. Que situación complicada. Los gronchitos del colegio San Juan, y los top´s del Santa Rita.
Fuente de unión como de dispersión y lucha, una simple combinación de gamas y texturas nos convierte en simples portadores de una identidad y en instrumentos de mero negocio.

1 comentarios:

Fack dijo...

les doy jodidamente